La cumbre de Cartagena dejo constatado que las ancestrales diferencias culturales entre la América Neo-Tropical y la América Neo-Artica han adquirido un carácter geopolítico e institucional definido. Estados Unidos y su apéndice Canadá, tienen una visión de mundo e intereses distintos a los de América Latina y el Caribe. El paternalismo neo-colonial que guía a Estados Unidos no tiene cabida ya en los estados reunidos en la recién nacida CELAC, que buscan constituirse en un bloque autónomo de poder. Igualmente, la nueva realidad de la CELAC no tiene cabida en la concepción identitaria de hegemón global que define a Estados Unidos. Para EE.UU., América Latina es un apéndice subordinado y periferal, que debe aceptar instrucciones y sujetarse a inspecciones y certificaciones. Para la nueva América Latina EE.UU. es un socio, que debe respetar las decisiones soberanas de los estados, y comportarse como un igual. El hecho de que como unidad, represente el mayor mercado para los productos de EE.UU., debiese ser suficiente evidencia de su importancia.
Pero EE.UU. no es un igual: Es un imperio poderosísimo y unitario, guiado por ideologías mesiánicas interventoras, cada vez mas fanáticas. Es el mayor poder militar que ha conocido la historia, y, cabe no olvidar jamás, posee la capacidad de destruir toda la vida, humana-animal y vegetal que habita la Tierra. Es un centro de creatividad tecnológica sin parangón, y una cultura de producción y comercialización que nadie supera, y que le constituyen en el mayor centro económico del planeta. Su estabilidad institucional es irrefutable, aunque no lo sea su democracia.
Pensar que América Latina es un igual comparable es una broma pesada: Es una colección de estados relacionados pero heterogéneos, que no une ninguna institución, solo una recién creada e indefinida liga, que no posee proyecto global específico, mas allá de un llano deseo de desarrollo y soberanía; Su inestabilidad política e institucional es famosa, y aunque el desarrollo económico sea mediano, la desigualdad interna subvierte la armonía social. Débiles militarmente, con poca creatividad tecnológica y mediocre capacidad comercial, no puede esperar que sus reclamos de igualdad sean escuchados solo porque las tendencias y proyecciones indiquen que ha de esperarse una sostenida mejoría y progresiva unificación.
Esto no significa que no se deba reclamar la igualdad geopolítica - el discurso es parte esencial de una construcción - lo que significa es que ésta no será legada ni reconocida. La igualdad solo puede ser arrogada y establecida. Así, el gesto de Correa es una arrogación de igualdad, pues se niega a la puesta en escena de la subalternidad y sumisión frente a EE.UU., e igual lo son los gestos diplomáticos concernientes a Cuba y Malvinas (cabe señalar de que la pretensión de que EE.UU. apoye los reclamos argentinos sobre Malvinas es absurda, ya que Gran Bretaña no es mas que uno de sus apéndices geopolíticos, es decir, en términos prácticos, las Malvinas actualmente son de EE.UU.).
Pero son los hechos de establecimiento de igualdad los verdaderamente relevantes, y estos se fundamentan en dos planos principales: Primero, la construcción institucional (Unasur, Celac, etc. como entidades funcionales y vinculantes); Y segundo y mucho mas relevante, la construcción económica y militar. Sin una base industrial-comerical autónoma, sin sistemas de defensa poderosos, América Latina no tiene fundamentos para esperar ser tratado como un igual frente a las potencias planetarias.
Si la unidad testimonial mostrada por America Latina en la cumbre de Cartagena pasa entonces a planos de construcción económica e institucional efectivos, la ‘Cumbre de las Américas’ pasará a ser una reunión, no entre múltiples estados americanos, si no entre dos partes, entre dos superpotencias, America Latina, y Amética Nórdica (aunque es posible que Brasil busque equivocadamente preservar su autonomía, y entonces fuesen tres los elementos: La Unión Hispanoamericana, Brasil, y Norte América). La historia dirá...